Asunto Impreso

Reseñas: Hacia la extinción, de Oliverio Coelho

Por Daniel Gigena

Los mundos imaginados por Oliverio Coelho (Buenos Aires, 1977) en sus ficciones suelen ser decadentes, inestables y enfermizos. El futuro se presenta como una versión pálida, si no lúgubre, de los esperanzados ideales promovidos por la tecnología y la política. En esos escenarios transcurren la mayoría de los cuentos de Hacia la extinción, cuyo impactante título puede tomarse como un programa narrativo. Al mismo tiempo, en un movimiento deliberado, la escritura del autor de Ida y Bien de frontera se estiliza cada vez más, en una espiral de elegancia y preciosismo que contrasta con la miseria de personajes y ambientes. Ese procedimiento convierte los cuentos en parábolas de bordes kafkianos, moduladas con acento rioplatense.

Otro rasgo en común de sus relatos es que la mayoría de los protagonistas son hombres. Tanto el hijo de un líder anarquista que hizo volar por los aires a diputados y senadores como el de un apasionado por el tango, tanto el escritor que abjuró de la literatura como el coleccionista que sobrevive en una sociedad donde casi no existen las mujeres (en el formidable cuento "El umbral"), todos se encuentran en un estado terminal que, de alguna manera, describe la crisis de cierta subjetividad masculina.

En el relato que da título al volumen, una pareja de enamorados de viaje por Lisboa, Bruselas, Berlín y Budapest lee a dúo La novela luminosa, de Mario Levrero. Aunque eligen ese libro como emblema del amor, cerca del final de la lectura entienden por qué el autor uruguayo nunca pudo continuar esa novela y debió escribir un diario: "Se trataba de un testamento anticipado. Y los testamentos se completan cuando alguien muere". La lectura, que parecía apuntalar el apogeo sentimental, acelera su desplome.

El libro reúne cuentos escritos entre 2010 y 2014, la mitad inéditos y la otra mitad ya aparecidos en el anterior Parte doméstico. Mientras crece la familia de personajes ensimismados de Coelho, de criaturas trastornadas que no pueden resistir el dominio de fobias, liturgias extrañas y camuflajes, su escritura adquiere una facultad envidiable para amalgamar en frases envolventes la obscenidad, la ingenuidad, la nostalgia y la inconsciencia que conforman el sustrato de vidas ordinarias tocadas por la literatura.

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