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¿Puede el oficio literario ser enseñado y aprendido en talleres?

Infobae Cultura dialogó con Liliana Heker, así como con los escritores Jorge Consiglio y Mariano Quirós, quienes también revelan los secretos para desmenuzar ficciones ajenas Por Gabriela Mayer

Los talleres literarios constituyen ya un fenómeno en la vida cultural argentina, remarca Liliana Heker en su ensayo “La trastienda de la escritura”. Pero, ante todo, ¿cómo se los puede definir?

“La variedad de coordinadores impide un criterio unificador: profesores de literatura, escritores de trayectoria diversa, críticos, lectores agudos, personas de procedencia ignota. En cuanto a los grupos, los hay de la tercera edad, de adolescentes, de señoras que ya han criado a sus hijos y ahora han decidido realizar una tarea creativa, de señores empresarios que siempre han sospechado que llevan un libro en el corazón y ahora —consideran— se pueden dar el lujo de parirlo”, escribe Heker.

¿Puede el oficio literario ser enseñado y aprendido en estos espacios tan disímiles? En entrevista con Infobae Cultura, Heker –miembro de la generación del ‘60 y amiga de Abelardo Castillo- afirma: “No creo que se pueda enseñar a ser escritor; sí creo que, por diversos caminos, un escritor aprende su oficio; en el mejor de los casos, un taller puede ser parte de ese aprendizaje”.

De hecho, por sus talleres pasaron muchos destacados escritores de la actualidad como Samanta Schweblin, Guillermo Martínez y Pablo Ramos. Pero la autora de los libros de cuentos Los que vieron la zarza y La muerte de Dios advierte que no existen garantías: “Nadie se recibe de escritor yendo a un taller”.

Jorge Consiglio, quien lleva unas tres décadas dictando talleres, postula que estos podrían pensarse como un acto de comunión en el texto, donde se pone en juego algo “bastante parecido al psicoanálisis”.

El autor de las novelas “Sodio” y “Tres monedas” aclara que no puede afirmar “si hay personas con condiciones especiales para la literatura. Desde mi punto de vista todos las tenemos, y las desarrollamos o no las desarrollamos”. Y agrega: “No me parece que sea un requisito hacer un taller para ser un escritor”.

Mariano Quirós, tallerista hace unos diez años, se muestra convencido de que este espacio debe tener, “en principio, mucho humor. Debe entusiasmar, darte muchas ganas de leer y, de inmediato, ganas de escribir. Incluso de no escribir”.

Quirós publicó hace algunos meses “Ahora escriba usted”, donde propone 25 ejercicios literarios (entre ellos “retorne usted a la niñez”, “saque el monstruo que hay en usted” o “camine usted la ciudad”). Las resoluciones de Quirós a sus propias consignas pueden leerse al mismo tiempo como un libro de relatos. “Fue como apuntarme a mi propio taller y escribir y leer con el ritmo, rigurosidad y desprejuicio que les proponía a quienes participaban del taller”, comenta a Infobae Cultura.

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¿El oficio literario puede aprenderse?

Quirós, en cambio, siente que un taller “es como una guía de lecturas”, lo que supone que quien lo coordina “tenga la suficiente sensibilidad como para captar la motivación, los intereses de los participantes”.

El escritor nacido en Resistencia y ganador del Premio Tusquets de Novela con “Una casa junto al Tragadero” señala: “Yo no puedo enseñarle nada a nadie, pero sí puedo orientar respecto a determinadas lecturas que a una persona u otra le sirvan, ya sea como punto de referencia o como puro goce”.

Pero, ¿es frecuente que los talleres literarios impulsen a un autor o autora a dar un gran salto?

Quirós, por su parte, señala que el fenómeno de los nombres célebres que surgieron en talleres “no es lo más interesante. Está lleno de grandes escritoras y escritores. Pensemos en otra cosa. Es tan amplio el panorama, tan expansivo, que pensar nomás en grandes escritores se vuelve mezquino”. Y remarca que “el único gran salto que puede dar una escritora o un escritor –si hablamos en esos términos— es hacia una especie de abismo, que puede ser más o menos gratificante, más o menos atroz. Y después ver cómo nos llevamos con ese abismo, con esa revelación”.

En “Ahora escriba usted”, apunta: “Es verdad –al menos es lo que aseguran- que los temas son tres: vida, muerte y amor. Nosotros nos aprovechamos de aquello que cada tema desgrana, de sus hilachas: la infancia, la rutina, el romance, la amistad, la espera, el miedo, el trabajo, el secreto, la trampa, las fiestas, el insomnio, el suicidio… Qué podemos hacer con eso, hasta dónde somos capaces de encauzarlo en una historia, en un texto, en una mera caída libre”.

¿Y cuán reconfortante les resulta guiar y acompañar en el desafío de la producción literaria?

Hace unos diez años, Quirós armó junto a Pablo Black el Taller de miércoles, un taller de lectura en un bar de Resistencia. “Era un espacio más bien lúdico que, sin embargo, tenía una cierta sistematización, que imponía, a su vez, el disfrute, el sentido amoroso de la actividad. Es la premisa que me planteé con La luz mala, el taller que coordino ahora. Algo así como endurecerse sin perder la ternura jamás”.

Quirós, quien además hace clínica de obra, se inclina actualmente por la modalidad virtual, donde se siente más cómodo. “Entre otras cosas me permite una lectura más atenta y menos dispersa, con todo lo que aprecio la dispersión”, indica el autor de los libros de cuentos “La luz mala dentro de mí” y “Campo del cielo”.

¿Consignas para retorcer?

Para Quirós, “las mejores consignas son siempre las más flexibles, las que permiten que las traicionemos y terminemos haciendo cualquier otra cosa. Puede que escribir se trate de eso al fin y al cabo, de tener una consigna a la que podamos retorcer”.

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