Este libro es la confluencia de propuestas de escritura ideadas por Mariano Quirós con textos producidos por él mismo a partir de esas consignas. Un libro que invita a la escritura y que, a su vez, puede leerse como un clásico volumen de relatos.
Mariano Quirós (1979) nació en Resistencia y es autor de las novelas Robles (Primer Premio Bienal-CFI), Torrente (Premio Festival Iberoamericano de Nueva Narrativa), Río Negro (Premio Laura Palmer no ha muerto; publicada en Francia por editorial La dernière goutte y en Cuba por Editorial Matanzas), Tanto correr (Premio Francisco Casavella), No llores, hombre duro (Premio Festival Azabache; Memorial Silverio Cañada, Semana Negra de Gijón; publicada en Egipto por la editorial Sefsafa) y Una casa junto al Tragadero (Premio Tusquets 2017).
Es autor, además, de los libros de cuentos La luz mala dentro de mí (Premio del Fondo Nacional de las Artes) y Campo del Cielo. Junto a Germán Parmetler y Pablo Black, publicó el libro de cuentos Cuatro perras noches, ilustrado por Luciano Acosta.
Es organizador del Festival literario Mulita, que se realiza anualmente en Resistencia www.mulitadigital.com.ar Y coordina el taller de narrativa La Luz Mala.
A modo de introducción para Ahora escriba usted, Mariano Quirós dice: "Hacer un pozo para meterse en él y así refugiarse del calor bajo la tierra fresca era una técnica indígena. Al menos eso me contó una vez Jorge Migueles, un médico –más bien un sabio– con quien supe trabajar en una obra social. No es el método más cómodo, el del pozo, pero al menos es amable con la naturaleza. "Hacer un pozo" también es uno de los textos incluidos en este libro, uno de los que escribí para el taller La luz mala. Un buen cuento, una buena novela, tienen algún parecido con ese pozo. Mitigan algo –pero qué–, sin hacer a un lado cierta incomodidad, cierta inquietud. El placer no debe ser completo para ser un verdadero placer.
Fue mi amigo el poeta Franco Rivero quien me alentó a coordinar un taller de narrativa. Franco lleva adelante un taller riguroso y de alto vuelo, cuya sistematización me fascinó y, a la vez, me confirmó que mi amigo está loco. Pero ese es otro tema. O no. Quizás no se trate de otra cosa más que de encauzar la locura. Franco vive en Ituzaingó, junto al Paraná, y a orillas del río y con la inestable conexión a Internet de por medio, hace fluir su taller. Tiene cinco perros –a esta altura quizás sean unos cuantos más– que escandalizan la playa mientras él escribe o lee o simplemente se deja estar.
Como a todo el mundo, la pandemia me agarró desprevenido. También me agarró en plena crisis laboral. Un par de meses sin cobrar, el alquiler comiéndome los talones y el ánimo, como es de suponer, en picada. No soy un hombre que sepa hacer muchas cosas. En realidad soy bastante inútil. Además ya estoy grande y no es cuestión de improvisar.
Desde el Paraná me llegaban los mensajes de Whatsapp de Franco, que por su conexión endeble podían caer a cualquier hora. De madrugada, por ejemplo, cuando las ideas y las lecturas suenan más atravesadas. Que no perdiera tiempo, decía Franco, que el taller ya lo tenía, que nomás era cuestión de escribirlo.
Un cuento, una novela –intuyo que también un poema, pero yo no escribo poemas– surgen del deseo, de la pena, de la desesperación, quién sabe de dónde. Un taller también se escribe. Así es que armé mi propio taller, La luz mala, y yo mismo me apunté.
Miguel Briante, Carson McCullers, Diego Puig, Esther Cross, María Lobo, Truman Capote, Elvio Gandolfo, Matías Aldaz, Selva Almada, Germán Rozenmacher, Orlando Van Bredam, Sara Gallardo, Antonio Di Benedetto, Ana Basualdo, Mavis Gallant, Liliana Colanzi, Sergio Gaiteri, Liliana Heker, Delia Crochet, Alejandra Kamiya, Germán Maggiori, Alan Pauls, Juan Villoro, Vera Giaconi, Valeria Groisman, Federico Falco, William Goyen, Diego Muzzio, Miguel Ángel Molfino y Alejandra Zina, más todo aquello que tanteamos como al paso, configuran el mapa más bien estallado del taller. Si de algo puedo estar seguro, es de mi desprejuicio al momento de proponer lecturas. El desprejuicio de mis gustos y afinidades.
Es verdad –al menos es lo que aseguran– que los temas son tres: vida, muerte y amor. Nosotros nos aprovechamos de aquello que cada tema desgrana, de sus hilachas: la infancia, la rutina, el romance, la amistad, la espera, el miedo, el trabajo, el secreto, la trampa, las fiestas, el insomnio, el suicidio… Qué podemos hacer con eso, hasta dónde somos capaces de encauzarlo en una historia, en un texto, en una mera caída libre.
Lo que sigue, entonces, es parte de mi propia caída. O el intento por hacer mi propio pozo".