Por Juan F. Comperatore
Lejos de las torsiones alambicadas de sus primeras novelas, cuya vigilancia sobre la lengua coqueteaba con el sinsentido, las piezas que componen el reciente volumen de cuentos de Oliverio Coelho enrarecen la lógica cotidiana con razonamientos hiperbólicos. Hacia la extinción reúne cuentos pertenecientes a diferentes épocas e inquietudes del autor, no obstante, mantiene una unidad estilística dada no por los registros, que son diversos, sino por el eslabonamiento de las piezas, vale decir, las transiciones que replican un tema o una escena previa, la amplían o diluyen, sugiriendo un efecto de resonancia que otorga a la lectura sucesiva una cohesión paradójica. Así, si en “El traidor” un hombre que decide quebrar el mandato de no trabajar impuesto por la logia a la que pertenecieron todos sus antepasados se encuentra con la imposibilidad de obtener uno, en el relato siguiente, “Vigilia”, otro hombre consigue empleo como cuidador de una extraña pareja de hermanos que lo entreveran en una intriga de tinte gótico.
En ocasiones, el pasaje de un relato a otro es menos evidente y se lo percibe como una insistencia vaporosa. El narrador de “El ocupante”, por ejemplo, que sueña encuentros con su padre muerto, descubre que un vecino se hace pasar por su sosías; no sólo copia gestos y vestimenta, sino que lo hace tan perfectamente que parece que es él. En “Los especialistas”, el cuento con el que hace tándem, un experto en la obra del esquivo autor de una única novela da por azar con su admirado objeto de estudio. Reverbera en estos y otros relatos la distancia relativa entre el deseo y su realización y una inversión de lo ominoso, que reconoce no sólo la otredad en lo familiar, sino también el pliegue de lo íntimo en la radical extrañeza.
El viaje es la posibilidad del encuentro con lo otro y la forma del imprevisto. Los escenarios por los que se desplazan los relatos son las grandes metrópolis contemporáneas (Buenos Aires, Budapest, Seúl, Tokio), atiborradas de gentes, saturadas de estímulos y donde, sin embargo, parece decir Coelho, es posible vivir un acontecimiento que trastoque la existencia. Sus personajes son seres desdibujados cuya lucidez exacerbada, permeable al azar de los encuentros, descalabra las coordenadas cotidianas. No pocas veces se entregan al deseo femenino, que para Coelho es el reservorio último de lo humano, y esa entrega sin concesiones a veces los encamina, como dice un personaje del cuento que da título al volumen, a “una regresión voluntaria hacia otro tiempo y otra identidad”. Sin malabarismos formales ni voluntad de hacer canon, atendiendo a la atmósfera y sin soltar las riendas del argumento —o torciéndolas para aceptar el imprevisto—, Coelho huye discretamente de la perceptiva del género con una hospitalidad desarticulada.