Escribir sobre la vida literaria, la iniciación y los recuerdos autobiográficos, llevados a veces hasta los lindes de lo fantástico, es un terreno que conoce con suficiente experiencia el escritor de estos lares. Cuando leemos los cuentos de La luz mala dentro de mí (Factotum ediciones 2016) nos dejamos llevar por las historias de familia y de la memoria de un lugar que algunos conocen pero otros solo de oídas, el Chaco, que es el norte argentino. En Resistencia pareciera que todo ocurre entre familia. Poco a poco nos van llegando los relatos de esa mística en forma de literatura.
Lo primero que sentimos en La luz mala dentro de mí es que Mariano Quirós sabe y domina el arte de escribir un cuento, algo que muchos llaman “tener oficio”. Pero lejos de querer hacer un análisis de su técnica o estilo, el autor saber dejarse llevar y dejar llevar al lector de forma cómoda en su ambientación. El cuento La vida en el aire es un claro ejemplo de este caso. Nos confraternizamos tanto con sus personajes, que casi diría que podríamos hasta verlos, conocerlos en sus manías y peculiaridades, hasta darnos cuenta que esta serie de cuentos es algo más que eso, quizás retratos bien exactos de cada etapa significativa de la vida de un escritor, la infancia, la adolescencia y la madurez.
Las leyendas que se esconden en el mundo rural, el impenetrable campo y sus mitos que viven de boca en boca, así como las relaciones de una familia típica del Chaco son los primeros estigmas que enmarcan los cuentos de Mariano Quirós. Ya desde la primera línea, como algo predominante, se nos presentan los integrantes de su familia, tanto política como biológica, aunque en cierto modo la familia es toda aquella persona que une al narrador mediante un vínculo fuerte e inquebrantable. Parece no haber distinción de edades, un padre que comparte una borrachera con su hijo no es algo común, y por qué no, tampoco una madre que lo acompaña a un taller literario. Digamos que en los cuentos de La luz mala dentro de mí la tradición familiar persiste y no da signos de querer abandonarnos. Es parte de su naturaleza.
No deja tampoco pasar por alto el aspecto fantástico y hasta lo desopilante (el cuento Una paliza literaria), en los que también se mueve con soltura y ocurrencia, como la historia de un lobisón que emigra a la ciudad y se encuentra de todo menos con un trato amable. O uno de los relatos finales, en donde un amigo recientemente muerto reaparece convertido en un impostor. Si alguien creyera que la literatura argentina está de capa caída, no dejaría a nadie de recomendar este libro para que comprobara que es todo lo contrario.
Con un estilo depurado y agilidad narrativa, que lo ubican junto con Luciano Lambertti en una de las plumas estrictamente actuales de nuestra literatura, así como un dominio constante de la psicología de sus personajes, Mariano Quirós demuestra que es dueño de su estilo, sin salir nunca de ese universo rural, mezclado con la adolescencia y, no cabe duda, un viaje que explica de forma autobiográfica todos sus fantasmas.