Asunto Impreso

Soy quien ha de decir

Play. Una voz clara, sin interferencia, sin que deba ser sintonizada. Eso escuchamos al leer, porque si hay algo que Papá ha muerto de Raquel Robles tiene es la posibilidad de escuchar, de ver, incluso de saborear. Pero esa voz, que comienza cadenciosa y seductora, que nos arponea la atención, poco a poco nos abre las puertas de la percepción (Huxley vestido de fajina, fusil en mano, en la trinchera sensorial): un narrador encantador de serpientes en el campo de batalla narrativo. Literatura sublingual: apenas unos segundos para un efecto que perdura hasta la última página.

Robles evita el nombre, pero todo lo que se evita se paga con símbolo. Elide lo literal para volverlo significante. En esa estructura que la autora elige recae el poder de la escritura: el texto domina al que escribe, lleva su mano a imprimir las letras correctas, la sintaxis involuntaria, la confección de un personaje innominado que es termómetro de esa relación con el posible lector. La historia sirve de excusa, un fresco de época donde el cambio de puntos de vista enfatiza el poder de un monólogo que redime cualquier incomodidad existencial.

La ficción toma a una de las figuras más icónicas del siglo veinte (evitemos también su nombre para compartir la intención de la novela), la moldea bajo la psicodélica de lo coloquial, la suspende en al universo vasto del lenguaje. El arco parental se despliega: la voz narradora es también la voz de la mujer que escucha y un hijo adoptado, relaciones que la filiación de las circunstancias hace protagonistas. Estos cruces dialólgicos (en la que el interlocutor siempre está vedado) permiten que la trama ingrese en la urgencia de los hechos que acontecerán. Y allí la tensión que ensalza el libro: el mensaje inclemente antes del fin, la premura de dejar sentado un testimonio personal para una posteridad indefinida. La imaginación como sello definitivo de la realidad. La voz se apaga en el punto final pero aún se escucha. Pausa.

Raquel Robles es escritora y militante de Derechos Humanos. En el 2008 el Premio Clarín con su novelaPerder. También es autora de Pequeños combatientes, novela que versión el lenguaje de la militancia en el universo infantil de los hijos de desaparecides, y de La dieta de las malas noticias, novela que explora en tono cómico y negro las relaciones familiares y del amor. Papá ha muerto es su cuarta novela.

 

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