Esclavizados, exhibidos, martirizados, admirados, capturados para ser alimento, dibujados en cuevas o mimados como muñecos con un dejo de alma, los animales acompañan desde tiempos remotos los pasos de la humanidad sobre esta triste tierra. Los mitos los elevan al rango de dioses, las fábulas los imaginan dotados de palabra. Están adheridos al lenguaje o pegados a los ojos como un misterio que nunca se deja atrapar del todo.
Después de los relatos reunidos en Las tormentas (2017) y de su debut en la novela con Castillos (2020), donde aparecen pájaros muertos, lagartijas y máscaras bestiales que refuerzan una atmósfera extraña, Santiago Craig (Buenos Aires, 1978) retoma el cuento y se mete con sus propias fuerzas naturales en la amplia tradición de la literatura que explora el mundo animal.
Animales incluye historias que van hacia lo fantástico y vuelven con alguna señal o alguna clave que hace nido en las emociones humanas. Otras visitan el lado salvaje para recuperar lo que nos une o nos acerca a los bichos. O perforan el cristal del acuario para poder palpar esas presencias inauditas.
Los cuentos, en su mayoría, se clavan en la frontera entre los reinos, o abren pasadizos hacia las madrigueras donde animales y seres humanos nos encontramos para relanzarnos como enigmas intactos.
“No hace falta imaginar otros mundos”, se lee en el arranque mismo de “La jirafa”, el tercer cuento del volumen, donde esa criatura casi imposible de larguísimo cuello se muestra como un animal siniestro o misterioso, tótem de mirada vacía o lazarillo por regiones incógnitas, a la que se le otorga un grado de realidad difuso y al mismo tiempo elocuente.
Varios cuentos podrían hacer eco con los misterios alojados en la existencia de las criaturas kafkianas. En “La isla Huemul”, la historia del proyecto nuclear de Perón y el fallido científico austríaco Ronald Richter pega un giro fabuloso en la propia voz de un ser monstruoso, una cruza extraña, que toma las riendas del relato y deja al lector en un estado de asombro y congoja.
Kafka hizo algo similar en Informe para una academia, su famoso cuento en el que Peter el Rojo, un mono, invierte la perspectiva: el que narra es un animal que interpreta el mundo humano.
Animales es un bestiario formidable, que conduce al lado raro de las regiones familiares. “Mamá búho” y “Papá dragón” son dos ¿fábulas? conmovedoras, perfectas, que levantan vuelo en una serie de metamorfosis que atrapan la extrañeza de lo real a partir del vínculo de pareja y el deslumbramiento filial. ¿Viaja en “Mamá búho”, como un polizón, un mensaje de amor? Posiblemente, algunos lectores lo detecten.
“Yo te amo, pulpo” es un cuento que podría ilustrarse con El sueño de la esposa del pescador, la xilografía erótica de Hokusai. En Animales hay un elefante enterrado al lado de un arco de fútbol, hay liebres pata gónicas, hay taxidermia y una zorra con alma, hay tías y murciélagos, escarabajos que desafían el plan divino, una cebra, un cerdo.
“Escribir sobre la realidad es introducirse en las fuerzas misteriosas que controlan el mundo”, decía el uruguayo Mario Levrero. Santiago Craig es un explorador magnífico de esas regiones.