¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Mis rituales son sagrados y secretos. No los revelo por miedo a que pueda sucederle algo terrible a los que lean esta entrevista.
¿Con qué frecuencia escribís?
Apunto a sentarme a escribir una hora por día antes de ir al trabajo. No siempre sucede y ahora, por distintas razones, ocurre menos que antes; estoy escribiendo más que nada los fines de semana. Pero fuera de sentarme, no hay día en que no esté rumiando la historia que tengo en la cabeza. No tengo el problema de la página en blanco.
¿Cómo surge la idea de escribir la novela A morir junto a C. Castagna?
Con Castagna nos conocimos cuando ambos publicamos relatos en una de las antologías que curaron Mariano Blatt y Damián Rios para Mondadori. Enseguida pegamos buena onda. Después solíamos encontrarnos en eventos literarios, y en uno de esos le propuse escribir una novela a cuatro manos. Como juego, por curiosidad. Teníamos (tenemos) estilos muy distintos, y esto para mí era algo positivo. Fue un caso de “¿y qué pasa si…?” Después él me dijo que tenía un ambiente y un personaje, como para empezar. Y me mandó el primer capítulo.
¿Cómo organizaron la escritura?
Con ese primer capítulo en mano yo escribí el segundo, y después del tercero nos sentamos a planificar el resto de la novela. La idea era escribir capítulos alternados desde dos puntos de vista, uno en presente y el otro en pasado, de dos tipos con personalidades bastante diferentes, que pasaran juntos por situaciones cada vez más extrañas, aunque ellos se las tomaran de manera natural. Nos propusimos escribir la novela en orden, y cada vez que uno terminaba un capítulo se lo mandaba al otro, que hacía lo mismo. Con el ida y vuelta, más allá de lo planificado, jugábamos también a sorprendernos y poner en aprietos al otro, a ver cómo salía adelante. Como un diálogo literario.
¿Con qué obstáculos se encontraron?
Al depender del tiempo de dos escritores, en vez de uno, la novela llevó más tiempo del que habíamos pensado. Pero salvo esto, todo fluyó. Aunque por momentos tuvimos que esforzarnos para que nuestros estilos no dejaran de ser distintos, porque nos influíamos constantemente el uno al otro.
¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia?
La imagen disparadora fue la del ámbito de un cyber decadente al que de vez en cuando Castagna entraba por curiosidad, y uno de sus clientes, un gordo, que le llamó particularmente la atención. Empezó a verlo en todos lados: parado en la calle, en una pizzería, siempre como extraviado, fuera de lugar. Al momento de empezar la novela los cybers todavía eran mucho más frecuentes en el paisaje urbano de lo que son ahora. Los pocos que quedan hoy resisten como vestigios del cambio de siglo.
¿Por qué decidieron ponerle ese nombre al libro?
Nos gusta decir que la novela es una especie de "épica loser urbana". Los protagonistas son dos empleados de cyber, algo golpeados y sin objetivos claros pero con la necesidad de conseguirse alguno. A partir de determinado momento creen tener en sus manos “un caso” y se deciden a investigar. Los hechos se van dando de forma cada vez más vertiginosa, y para ellos la única posibilidad, la que los puede salvar de su desesperación, es darle para adelante a morir. El título apareció de casualidad cuando ya teníamos la novela casi terminada, pero creo que refleja de manera ajustada el ritmo y contenido que quisimos transmitir.
Cada capítulo intercala entre los protagonistas de la novela que se llaman como ustedes y desarrollan la historia en primera persona. ¿Por qué utilizaron sus nombres reales?
Los nombres reales los usamos como una forma de juego de semejanzas y opuestos. Pero ellos tienen una identidad autónoma que se termina de definir por el diálogo entre la mirada propia y la del compañero. Manejar dos primeras personas nos pareció importante porque queríamos darle peso a los puntos de vista. Uno de los objetivos que nos planteamos desde el principio fue el de crear dos personajes memorables. Espero que lo hayamos logrado.
Más allá de los nombres, ¿qué tiene de autobiográfica la novela?
En que se nos metió una idea en la cabeza y le dimos para adelante así, a morir.
¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Factotum Ediciones?
Originalmente pensamos que la novela podía encajar bien en Interzona. Se la mandamos pero no la aceptaron. Varias otras editoriales la rechazaron con el argumento de que era “demasiado pulp”. A mí Interzona me gustaba, así que se la mandé dos veces más. A la tercera, un año después, Guido Indij se comunica con nosotros para tener una reunión en un bar. Ahí lo primero que hace es comentarnos la devolución de un colaborador al que se la había mostrado. Era una devolución tibia. Después Guido nos pregunta qué opinamos. Se lo decimos. Entonces nos contesta que él no está para nada de acuerdo con su colaborador y que quiere la novela para Factotum, un sello que está por relanzar. Y fuimos felices.
La historia tiene mucho de los 80’s, teorías conspirativas, cybers en los que jóvenes juegan partidas de Counter Strike, etc. ¿Tuvieron alguna novela o programa de televisión que haya servido de inspiración?
Philip K. Dick y la película Blade Runner, Miyazaki y el animé… En la novela se pueden rastrear todo tipo de influencias y referencias, explícitas e implícitas. Libros, películas, bandas de música, comics, series. Se me ocurre que podés pensar el libro como una araña y su tela. La primera vez que lo leés, lo ideal es que te coma la araña y ya. La segunda, si hay, con más cuidado podés entrar y recorrer la tela para ver cómo está construida. Es un entramado grande porque se suman los universos de dos escritores.
¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Leí hace poco y recomiendo El caballero del león, de Chrétien de Troyes. Escrita en el siglo XII, es quizás una de las primeras novelas. Un libro con muchos elementos míticos escondidos atrás de la apariencia de un romance de caballería.
¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Estoy escribiendo una novela de suspenso y horror. Intento que la narración destile belleza.