Asunto Impreso

Presentación Café literario - Verónica Abdala

La primera decisión de un autor no es tanto sobre qué o quienes escribir sino si resistirá ese primer impulso que, casi con seguridad, lo llevará a sentarse frente al papel o al teclado.

  Después sí, vendrán las historias -reales o imaginarias- con las que intentará dar su versión -una versión, necesariamente personal y parcial- acerca de lo que somos y por qué nos comportamos como lo hacemos.

Pero en el origen está esa pulsión misteriosa que, aunque no siempre saben explicar, todos ellos reconocen y asumen.

George Orwell, que describía a los escritores como seres vanidosos, egoístas y perezosos, pensaba que no era la debilidad de su naturaleza ni su egocentrismo lo que los lleva a perseverar sino una fuerza a la que no pueden resistirse y tampoco llegan a comprender.

Al final de "El gran Gatsby", la famosa novela de F.S. Fitzgerald, Nick Carraway, su protagonista, dice,como  si fuera el mismo autor quien asume un destino o una deriva inevitable: “Así que seguimos avanzando, barcos contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado.”

Carraway gue adelante incluso cuando el mundo que lo rodea -ese ambiente de frivolidades en el que se mueve- se le aparece como banal y repulsivo.

En ese gesto, el que también asumen los autores, hay una aceptación y una entrega. El reconocimiento de un impulso que por alguna razón ninguno de ellos ha querido o ha podido evitar. Eso a lo que llamamos vocación.

Qué fórmulas, intuiciones o certezas los asistirán durante el proceso de escritura, son decisiones posteriores, que cada uno irá tomando en esa construcción artesanal que termina siendo una novela, un cuento, una crónica, también entendida como un género de la literatura.

Toda obra es un Intento por darle orden y significación al caos. Y, en el mejor de los casos, lograrán ese efecto tan parecido a una reconciliación con lo que entienden finalmente que son, ven o les pasa en términos más bien realistas, es decir más allá de las intenciones.

Es, entonces, la vocación el tema que tienen en común los pasajes que reúne este libro, esa pulsión de la que también habló también W. Faulkner:  “El escritor tiene un sueño y ese sueño lo angustia tanto que debe librarse de él-escribió-. Hasta entonces, no tiene paz. Lo echa todo por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad; todo, con tal de escribir el libro. Será capaz hasta de robarle a su madre si hace falta”.

Los autores saben que no hay garantías, ni fórmulas; no hay manuales infalibles, ni hay atajos: que le espera el arduo trabajo de entender cómo detener el movimiento inherente a la vida para recrearlo en el papel. Uno, diez o cien años más tarde, otro -el lector, que es siempre un extraño- volverá a ver frente a sus ojos el movimiento del pasado, o el que dictó la imaginación alguna vez: la literatura es ese truco que puede volver al relato incluso más verdadero que cualquier cosa viva.

Las entrevistas de las que se extrajeron estos pasajes, orbitan sobre una misma pregunta muy básica -por qué escriben los que escriben-, que sin embargo encuentra respuestas muy disímiles.

El español Juan José Millás, supone que se escribe para componer algo que se ha roto, acaso, en la infancia, o en una época remota: piensa a los escritores como reconstructores de una identidad fragmentada; enfrentados a la imposibilidad insalvable de alcanzar una reparación definitiva.
Con suerte, dice, alcanzarán más y mejores preguntas. Y con más suerte aún sortearán el mayor de los riesgos: el amaneramiento de la repetición.

La única clase de éxito a la que pueden aspirar un autor o una autora, supone además, es la de renovar su capacidad de sorprenderse.

  La argentina Liliana Bodoc también creía en el poder de la palabra -hogareña, poética- como herramienta para la reconstrucción personal y también colectiva.

  Mientras que otro español, Juan Marsé, asociaba la vocación literaria a la necesidad, casi genética, de enriquecer el universo y la experiencia, aunque reconocía que había una parte del asunto que se le escapaba: “Explicarlo todo es imposible”, decía, dándole también lugar al misterio.

 La mexicana Elena Poniatowska, definió a su tiempo la escritura como una responsabilidad y una aventura solitaria. Como periodista que es, también sabe que la realidad suele colarse en los relatos, y que muchas veces destrona a la imaginación, sobre todo en países como los nuestros en los que la violencia está a la orden del día.

 Hay también en el libro pasajes de las charlas que mantuve con José Saramago, Ryszard Kapuscinski -considerado por muchos el gran cronista del siglo XX-, Vlady Kociancich, Rosa Montero, Liliana Heker, Rad Bradbury, Carlos Fuentes, Gioconda Belli, Ariel Dorfman. Andrés Rivera, Alejandra Laurencich Pablo De Santis, Guillermo Martínez, Samanta Schweblin, Josefina Licitra, Pedro Mairal, Leila Guerriero, Marcelo Birmajer, Agustina Bazterrica, Mariano Quirós, Selva Almada, Julián López e Inés Garland, entre otros.

 Entre los argentinos, Héctor Tizón juzgaba que el impulso del escritor nace de la necesidad de los otros: es un intento de comunicación con los demás; un movimiento parabólico que conecta al autor con esos invisibles pero certeros acompañantes que son los lectores.

  Tomás Eloy Martínez pensaba que se es escritor cuando escribir se vuelve, más que un apetito o un deseo, una necesidad, que nace de la conciencia temprana de que el mundo puede ser narrado.

No siempre es un recorrido gozoso, y así lo hace notar Julián López, que asume que para escribir hay que ser fuerte, y que la angustia puede ser la prueba de que se están haciendo las cosas bien.
  La literatura es, desde esta perspectiva, siempre un paisaje construido a partir de la incertidumbre, no de las certezas.

 Clara obligado ve, a su vez, al arte como refugio, no para escapar, sino para recuperar el conflicto.

Erica Jong admite que sin humor y sin la posibilidad de la catarsis, se hubiera muerto.

Nuestro trabajo, el de los periodistas, consiste, seguramente, en dar cuenta de esas voces.  Este es un libro que presenta un coro de voces y me alegra compartirlo con ustedes.

¿Tenés tinta en las venas?: Recibí nuestras novedades en tu casilla de correo