Asunto Impreso

Presentación Animales - Mariela Beneventano

Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.

Franz Kafka, “La Metamorfosis”

 

¡Cómo puede ser que un perro momificado simbolice el amor!, a quién se le ocurre que un oso podría hablar y señalar el lugar místico de la fundación de una ciudad?, por qué elegir a una jirafa como la alucinación constante que pronuncia la fatalidad?, transformar a un símbolo de belleza, un cisne, en algo banal con el sòlo y simple hecho de observarlo?, volver unas simples vacaciones en una tragedia?. Así es Santiago Craig, totalmente impredecible o ¿no? Nos lleva a cuestionarnos la existencia a través de caminos que creemos conocer, o, al menos, eso pretendemos…

¿Alguien, en su sano juicio, se pondría a cuestionar lo que hace todos los días como una condena? o sí? Nadie en su devenir cotidiano tomaría a ciertos animales que nos rodean como testigos, responsables o grandes metáforas de la búsqueda del sentido de la existencia misma. Pues Santiago Craig es culpable también de esto, de que sigamos al conejo blanco y saltemos al agujero negro. Nos sumerge en un mundo conocido y desconocido a la vez, en una dicotomía que busca simplemente “hablar” y como dice el titiritero de este mundo “Escribir sobre aquello que no terminamos de entender del todo…”

 

“Hacía falta esa gracia, esa distinción. Un  oso que habló y que indicó con precisión, que hizo lo necesario para ordenar, para decir lo que debía ser y que lo entendieran”

Santiago Craig, “Después del Oso”

 

¿Quién no se sintió atrapado alguna vez, con ganas de salir corriendo, pero sin saber hacia dónde ir? La sensación de ser demasiados pequeños. Alienación, enajenación, dijo un pensador del siglo XX, refiriéndose a un nuevo sistema económico que hacía su aparición. Y es en ese rulo temporal de la sociedad donde todo se repite mecánicamente y buscamos escapar haciendo algo diferente, que nos saque de lo cotidiano, como irnos de vacaciones…

 

“Les había parecido una vida posible la cabaña de piedra, la escuela rural. Una vez allá, no se acordaban del susto y la ansiedad por los bichos y las infecciones”.

Decían en los diarios, que durante los tres meses que pasaron entre que sacaron los pasajes y viajaron, que un virus se escaparía entre los lagos…”

Santiago Craig, “Liebres Patagónicas”

 

Al igual que en el mito de Sísifo, nos encontramos viviendo un absurdo (Albert Camus), en una vida que se reitera constantemente, y donde llevamos nuestra piedra hasta la cima. Pero no obstante, existe un momento, un instante transcendente producto de la alucinación, de lo onírico o de un recuerdo, que es cuando Sísifo desciende de la montaña. En ese momento, podemos pensar en otras cosas, escaparnos, ser libres de la tarea incansable que se nos ha asignado.

 

“Estaba sentado en los hombros de papá. Me dolían sus huesos fuertes. Como en el paisaje no hay nada: piedra blanca y gris, sal, yo puedo ver adelante la bruma que se estanca encima del mar. El mar de los seis años. Escucho los gritos de los chicos…”

Santiago Craig, “Papá Dragón”

 

Entonces, ¿podría ser que, en lo cotidiano de cada día, y valga más que nunca la redundancia, se encuentra oculto lo siniestro de nuestra existencia? “Si uno mira mucho tiempo algo. Casi nada se salva de ser raro” (Sebastián Craig). La particularidad de observar y analizar nuestro entorno no debe llevarnos a la visión trágica de una vida sinsentido, por el contrario debe alentarnos a seguir en la búsqueda de las preguntas correctas, que mantengan viva la angustia de saber, porque más allá que sepamos poco de mucho de lo que nos rodea lo verdaderamente importante es re-significar nuestra existencia en búsqueda de las experiencias que nos permiten hacer más liviana la piedra que levantamos todos los días.

“Lo veo rescatar al chico con fauces delicadas; traerlo entre las alas y apoyarlo  de espaldas en la arena.

¿Ese es tu papá?, me dicen todos con voz y señalan las escamas todavía brillantes y mojadas en su espalda.

¿Es tu papá el que salvó a nuestro amigo?”

Santiago Craig, “Papá Dragón”

 

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