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Naturaleza y libros: la potencia de narrar lo natural o el gesto de recuperar lo que se destruye

Las novedades literarias y los proyectos en ciernes revisitan un núcleo que no es nuevo para la literatura pero que sí se resignifica en un planeta arrasado por el saqueo violento e ideológico sustentado sobre un principio artificial de supremacía de la humanidad sobre el reino animal o en esa dicotomía naturaleza-cultura que asentó la bases del pensamiento occidental. ​¿Puede la literatura propiciar lecturas capaces de ofrecer otras perspectivas para la vinculación armónica y cuidada con lo natural? ¿Qué pueden decirnos los libros? Por Milena Heinrich

Relatos, novelas, crónicas y ejercicios literarios de reciente producción, centran su atención en el mundo natural a través de textos que indagan, detienen su atención o toman como metáfora el reino animal: búhos, perros, elefantes, cerdos, serpientes y peces. Cuando la emergencia sanitaria expone como quizá nunca antes lo hizo la depredación humana ¿qué aportes y preguntas abre naturaleza para reflexionar sobre lo social o desarmar supuestos sobre la superioridad de unos sobre otros?

Los libros no cambian al mundo pero el mundo cambia y necesita de libros, miradas incómodas, enunciaciones críticas y preguntas que activen nuevas conversaciones o exploren zonas ya abordadas desde corporalidades, tiempos y experiencias distintas. En este sentido, las novedades literarias y los proyectos en ciernes revisitan un núcleo que no es nuevo para la literatura pero que sí se resignifica en un planeta arrasado por el saqueo violento e ideológico sustentado sobre un principio artificial de supremacía de la humanidad sobre el reino animal o en esa dicotomía naturaleza-cultura que asentó la bases del pensamiento occidental.

La división del mundo, que disciplina a través de jerarquías, justificaciones ideológicas y desigualdades, se expresa con virulencia en la emergencia sanitaria y expone esa depredación humana de la que habla Nettel: extinción de animales, contaminación de las aguas, incendios forestales, deshielos, como resultado de la mercantilización de la naturaleza, los proyectos extractivistas y la crisis ambiental producidos por la intervención humana. ¿Puede la literatura propiciar lecturas capaces de ofrecer otras perspectivas para la vinculación armónica y cuidada con lo natural? ¿Qué pueden decirnos los libros?

Cuatro autores y editores cuyos textos confluyen entre las novedades reflexionan sobre la correspondencia entre libros y naturaleza: Santiago Craig acaba de publicar los relatos "Animales" (Factotum Ediciones); Paula Pérez Alonso está presentando la novela Kaidú (Tusquets); Fabián Lebenglik, director editorial de Adriana Hidalgo está a cargo de la flamante colección Naturalezas; y Natalia Gelós es la periodista detrás del newsletter "Noticias de lo natural".


El último libro de relatos de Santiago Craig se llama "Animales" y allí el autor pone el foco en osos, jirafas, perros, búhos, cebras y cisnes para pensar lo social. Buscó, como dice, hablar de cosas de las que no estaba seguro: "Me gusta escribir rondando dudas, dando vueltas a historias que me parece que tienen que ver con algo que no llego a poder agarrar, entender".

"La anécdota, la trama de eso que trato de contar, siempre, mientras se va armando, proyecta una sombra. Y, en ese sentido, los animales, me ayudaron porque son para mí eso: la forma más obvia y a la vez inquietante de mostrarnos que hay algo que la animalidad sabe y nosotros no, que hay, atrás de las plumas y las garras y los pelos, y la domesticación y la ciencia y los nombres que les damos, una otra cosa impasible que nos excede. Los animales ayudan a mirar de frente lo absurdo y lo incómodo", piensa.

¿Puede leerse como posicionamiento crítico abordar o mirar la naturaleza, en tanto universo sometido, manipulado, extraído por el sistema capitalista?

Santiago Craig piensa que "lo que antes era un hecho, parte del paisaje y del mundo que estábamos acostumbrados a habitar, ya no es más. Eso de lo que hablaba Pizarnik de mirar una flor hasta pulverizarse los ojos, tiene que ver con esto. Hoy, podemos mirar un documental sobre hongos o sobre la vida de un pulpo con la intención de que se nos derrita el cerebro, se nos apague la mala conciencia de saber que nos estamos comiendo el mundo a tarascones".

"Incorporar en la escritura estos elementos puede ser un intento desesperado de rescatar, de dejar lo que conocimos en algún lugar más o menos a salvo -reflexiona el escritor-. John Cheever proponía un ejercicio de escritura a sus alumnos: escribir una carta de amor desde nuestra casa en llamas. Yo creo que hoy hay que escribir más bien como si lo único que no estuviera en llamas, fuera nuestra casa. Escribirle cartas de amor a un mundo que se prende fuego".

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