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Mariano Quirós: “Siempre estoy escribiendo y espero sea así toda la vida”

Del 22 al 28 de mayo se realizará la 14° Feria del Libro en Villa Ángela. En este marco el escritor Mariano Quirós presentará su más reciente libro “La luz mala dentro de mí”. El autor no recurre a tradiciones o recetas fáciles: con su universo propio se ocupa de equilibrar, con precisión quirúrgica, las cuentas pendientes entre el realismo, el psicologismo y el género fantástico”, expresó el escritor Félix Bruzzone.

Mariano Quirós habla como susurrando, casi en voz baja y en tono amable. Uno trata de imaginarlo enojado o levantando la voz pero es imposible. El tono afable y la cordialidad para responder con premura todo lo cambia.  Nació aquí en Resistencia, es escritor e hizo la carrera de licenciatura en Comunicación Social. Ha publicado las novelas “Robles”, “Torrente”, “Río Negro”, “Tanto correr”, “No llore, hombre duro”. 

Ahora Mariano ha publicado su primer libro de cuentos, “La luz mala dentro de mí”, el libro será presentado el viernes 26 de mayo en el Salón Auditorio del Centro de Convenciones de Villa Ángela, en el marco de la 14º Feria del Libro.

“Muchos sospechamos que los libros de cuentos que premia el Fondo Nacional de las Artes son los mejores libros de cuentos posibles en castellano. Y cuando el premio lo gana un libro como “La luz mala dentro de mí” de Mariano Quirós se evaporan todas las dudas. Los cuentos tienen la capacidad de regular los motores que se escuchan con ruido bajo y parejo en sus relatos, como una máquina demoledora que nunca se muestra”, advierte el escritor Félix Bruzzone.

Lo buscamos por distintas vías, correo, wasap y finalmente logramos establecer comunicación. “Estoy en Buenos Aires y viajo recién al Chaco para la presentación del libro”, se excusa Mariano ante la imposibilidad de establecer un encuentro para la entrevista. Amigados con la tecnología establecemos un diálogo sobre este primer libro de cuentos y este fue el resultado.

¿Por qué o cómo llega este libro de cuentos después de haber escrito varias novelas?

Por el deseo de armar y de tener un libro de cuentos. Vi que todo el mundo a mi alrededor había publicado algún libro de cuentos, con cuentos buenos, buenísimos, malos o malísimos.  Entonces me dije cómo era posible que yo no tuviera el mío propio, pero sólo con cuentos buenos o buenísimos. No sé si al final conseguí esto último, pero por lo menos tengo el libro de cuentos. 

¿Cómo te sienta el género del cuento?

Me encanta, es el género que me sale de una manera, digamos, más natural.  En cierto modo soy un narrador “de antes”.  Soy un narrador de maneras clásicas. Me gustan las historias sencillas. Pero como leo mucho, y cosas muy variadas, en el fondo también me permito cualquier cosa. 

¿Pensás seguir por esta vía o vas a volver a la novela?

Siempre estoy escribiendo alguna novela. Siempre estoy escribiendo algún cuento. Y pienso —o más bien deseo— que sea así toda la vida.

Te has constituido en un escritor referente del Chaco. Tu nombre hoy aparece asociado a otros con trayectoria en la provincia como Molfino, Mempo, entre otros. ¿Cómo te sienta ese espacio?

Ojalá sea así. Más aún porque a Molfino y a Mempo los quiero mucho. Pero de todos modos no es lo que más me interesa de la cuestión literaria. Esto está bueno por el hecho de que, tal vez, uno pueda encontrar y encontrarse con más lectores. Es interesante encontrarse con gente interesada en leer lo que uno escribe. Pero a mí lo que más me interesa es poder leer y escribir todo lo que me sea posible. Y un poco más.

Los  concursos  literarios  acompañaron   o empujaron  de algún   modo  tu camino como escritor. ¿Estas distinciones legitiman tu escritura?

Sirven por lo mismo que lo anterior, porque ofrecen la ilusión de que gracias a los premios tal vez haya más gente interesada en leerte. No sé si interesada en legitimarte, cosa que también es bastante discutible. Porque quiénes son los lectores que “me legitiman”. Quién quiero yo que me legitime. Hay gente que no.

¿Qué impulsa o qué mueve en vos la pulsión creativa?

Supongo que, en principio, la lectura. Leer mucho me da ganas de escribir. Me dan ganas de hacer eso que veo que otros han hecho y que a mí me ha llenado de alegría y felicidad. Los autores que más me gustan son aquellos que me dan ganas de escribir.

Fragmento “La luz mala”

“Cada noche, después que cenábamos, a los dos, a mi abuela y a mi abuelo, les daba por contarnos historias del monte, de las cosas buenas y malas que uno podía encontrar llevando una vida como la que llevaban ellos. “Vida sana”, decía la abuela, pero a mí sus historias no hacían más que asustarme. En todas había gente que, por no saber comportarse, acababa padeciendo alguna desgracia. Hombres que por cazar algún tipo de animal inconveniente –una cotorra, por ejemplo– perdían el don del habla y, en vez de palabras, les salían como gritos de pájaro loco. O parejas que usurpaban algún pedazo de tierra, levantaban un rancho y después los hijos les venían deformes o con algún retraso.

Llegaba un punto en que mamá, ocupada lavando platos, les pedía que la cortaran, que sus cuentos no tenían gracia alguna. Entonces los dos viejos largaban altas carcajadas y decían cosas como que, bueno, ya iba siendo tiempo de que yo conociera el mundo tal y como era.

Un poco por eso, digo yo, es que el abuelo no dio lugar a una negativa la mañana de la luz mala. Una vaca y su ternero se habían perdido monte adentro, quizá a orillas del río. Antes que mandar a que los busque un peón, el abuelo prefirió que nos encargáramos nosotros, él y yo.

––De paso paseás un poco ––dijo––, paseás y te hacés hombre.

El abuelo bautizaba a sus caballos –tenía cuatro– con nombres portentosos y un poco obvios. El mío se llamaba Corcel, un criollito bien alimentado al que yo no le veía nada de particular. Sin embargo, el abuelo decía que todos los caballos eran seres especiales, que no había que tratarlos como personas sino como a seres místicos, casi casi como a dioses. Con semejante idea, el abuelo no hacía más que alimentar mi miedo y aprensión a los caballos. 

Salimos antes que amaneciera. Apenas si una línea rojiza se insinuaba lejos, en el horizonte. Recuerdo las caras de mamá y de la abuela al verme sobre Corcel. Sentían lástima por mí, pero por alguna razón consideraban que aquello

–que yo saliera con el abuelo de excursión– era lo adecuado.

Mamá se acercó y revisó que la cincha de mi caballo estuviese bien ajustada. Ya lo había hecho, pero usó su preocupación como excusa para hablarme al oído.

––No te olvides cuánto te quiere tu mamá ––me dijo”.

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