¿Qué misterios se esconden en la letra del tango Volver? ¿Qué tramas ocultas y conspiraciones llevaron al fatídico accidente aéreo que hipotéticamente “terminó” con la vida de Carlos Gardel? El prolífico escritor y librero Luis Mey trae las respuestas a estas preguntas y otras muchas incógnitas más sobre la vida y muerte del Zorzal Criollo en su nueva novela. En Cada día canta mejor, el autor de nuevos clásicos de la literatura argentina como Brujas de Carupá o la Trilogía Desgarrada literalmente desentierra sin temor ni pelos en la lengua los secretos mejor guardados de la más gloriosa y santa voz de la música argentina.
—Lo que no entiendo, y quizá usted pueda llegar a explicarme, es qué tiene que ver Volver con todo esto…
—¿Cómo que no? —me preguntó interrumpiendo su tiro; le faltaba la negra, igual. Le puso tiza y cantó, apenas abriendo la boca, cigarrillo en la comisura—. Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo coparon su sien…
—Yo de eso entiendo que hay un tipo que tiene canas que antes no…
Levantó la mano firme y respiró fuerte un par de veces. Se pasó la mano por la barba de dos días, una lija peligrosa, y después siguió:
—… Errante en la sombra, te busca y te nombra…
Hizo su tiro. La ocho siguió en la mesa.
—¿Y eso?
—Zombis, amigo. Lo buscaban a Gardel. Zombis.
Fragmento de Cada día canta mejor
Acción, aventuras, grandes glorias del tango, humor, irreverencia, zombis. Cada día canta mejor lo tiene todo. Narrada en primerísima primera persona, esta novela que se aproxima al tono y arquetipos de la literatura pulp o el cine clase B narra las investigaciones que hizo el mismo Luis Mey para sacar a la luz los ocultamientos y confabulaciones detrás de un brote epidémico zombi en el cementerio de la Chacarita que se dio en la primera mitad del siglo XX. Pero a no confundirse: este libro no es un ejercicio de literatura pasatista. En sus páginas, como quien no quiere la cosa, se desarrolla con maestría una historia conmovedora sobre amor y amistad de verdad, además de una crítica solapada a una cultura zombificada que vive de los monumentos del pasado. Los amigos y los héroes nos salvan, es verdad, pero a veces nos corresponde a nosotros salvarlos a ellos, aunque estén podridos y técnicamente muertos.
Me miró Gardel. Cigarrillo entre los dientes, la mejilla izquierda sin tejido, directo al maxilar, los ojos con muy poco párpado y bolsa. Y aún así me miró y fue él… me miró Gardel… a mí, sucia rata de la cultura. Me miró. Y ahí entendí que no éramos muy diferentes, y que el corazón se me acomodaba bien, y hasta mejor: porque, había que admitirlo, la cultura en la que vivía hacía rato que sobrevivía con aires de zombi, algo muerto que todavía se movía por alguna razón o fuerza extraña, macumba de Lugones.
Fragmento de Cada día canta mejor
Las novelas de Luis Mey siempre me han parecido, además de originales, profundamente políticas. A pesar de lo que puedan opinar muchos de sus lectores o incluso él mismo. Políticas en el buen sentido de la palabra. En el único. Y Cada día canta mejor no es la excepción. Uno devora la historia de una geografía que cambia sus nombres, pero no sus mañas. Personajes que son y no son. Gardel. Yo. Zombis. Un país de amores eternos y de muertes que no terminan con ninguna vida. Somos nada. Una nada repleta de ganas. Y de literatura. Una nada que amamos hasta los huesos. -Federico Jeanmaire