por Florencia Chicano Ramos
En 2017 hubo 87.700 femicidios en Argentina. Cada 30 horas muere una mujer en Argentina en manos de un violento. El 60% de las víctimas tenía entre 20 y 40 años; edad en que Lila Frei -el personaje de Gonzalo Unamuno- muere.
En la mayoría de los casos mediatizados sabemos más datos sobre la víctima que el victimario. Sabemos cómo iba vestida, qué le gustaba hacer en su tiempo libre, qué hacía cuándo la mataron; quién era esa mujer.
¿Qué pasaría si escucháramos al victimario hablar en primera persona? Eso es lo que nos propone el escritor Gonzalo Unamuno a través de su nueva novela, Lila.
Lila (Factotum Ediciones) es la radiografía de un femicida que a través de su accionar y pensamientos va desnudando el perfil psicológico de un misógino o un hombre que tiene “problemitas con las mujeres” (sic).
Este hombre se reencarna en la voz en primera persona de Germán Baraja, un psicópata perverso, revulsivo y cobarde que mata a su pareja, Lila de 40 años, por “exponerlo ante sí mismo” (sic) y por decir que no.
Cruel y seductor, este es un relato preciso de las calamidades que un misógino puede llegar a pensar (y hacer) a una mujer y a través de su mirada, cuenta quién era Lila: su historia familiar, su infancia y adolescencia así como el paso hacia la adultez, sus proyectos y sus sueños.
Nada de lo que hace o dice Germán está librado al azar. Él premedita cada movimiento. Primero elige a su “presa” -"yo puedo distinguir a las mujeres hechas para ser dañadas por tipos como yo, y ella era una" (sic)-, luego la seduce y engaña -“interpretar un papel sin fisuras adecuado a la pasividad que la época reclamaba de los hombres” (sic)- y por último acaba con ella como muestra viril de un trofeo.
Con una violencia que atrapa y escolta, el lector se ve sin escapatoria a recorrer las huellas que dejó Lila en la vida de Germán. Grotesco y lacerante. Colmado de momentos de aparente calma, pero suma tensión, esta novela conmueve a quien la lee.
Moviliza por dentro y por fuera con imágenes tan ciertas como reales, tan crudas como especiales. Gonzalo Unamuno le da en el punto. No habla de violencia, abre la cicatriz y te la muestra.