Asunto Impreso

Lila

En esta novela, Gonzalo Unamuno retoma a su personaje, Germán Baraja, para usarlo como portavoz ficcional y metafórico del patriarcado.

por Mercedes Giuffré


Como quien muestra su doblez o su lado oscuro, Baraja se sincera en una radiografía psicológica, poniendo al descubierto su instinto reprimido y violento, así como la convicción de que el poder que lo habilitó durante siglos no va a ser entregado ni compartido sin dar pelea. De tal modo, la novela inicia con una confesión: la del femicidio de Lila, pareja de Germán, curiosamente el nombre del color que unificó por más de un siglo la lucha feminista.
     A partir de ese núcleo temático, la narración alterna flashbacks y acciones en tiempo presente para reconstruir la historia del asesinato, la de la relación entre ambos personajes que por sus personalidades funcionan como contrapunto, la del pasado de Lila, y finalmente regresar, como si de un círculo se tratara, al presente y a la huida del protagonista narrador que no piensa enfrentar las consecuencias de sus acciones.
     Lila es una novela dura que arrolla con su prosa y su discurso atroz (se nota que el autor es poeta y que trabaja las palabras con cuidado y dedicación). Pero es, por sobre todo, una voluntad de desentrañar, sin ingenuidad ni prejuicio, esa parte de nuestra cultura que no se asume como lo que es, violenta y arbitraria, en un tiempo en el que el patriarcado ve seriamente amenazada su hegemonía: “Ya no se jode con eso, imbécil”, le retruca a Baraja la empleada del Buquebús cuando él responde cínicamente que viaja al Uruguay porque ha matado a su mujer.
         Más allá del tema, la escritura de Unamuno cuenta con atributos dignos de mención. Hay una reflexión sobre la forma en esa obra; sobre el modo más efectivo de transmitir la historia y retratar al femicida. Por eso el relato se divide en tres partes, cada una con su ritmo y con su música. De ahí la circularidad, que da idea de que la acción sigue aconteciendo. Por eso también, acaso, la brevedad y la contundencia.
     La violencia y la brutalidad se conjugan en la tensión de las palabras que, sin dejar de ser efectivas en su horror, logran sortear su propia condición para crear compositivamente algo que acaba siendo atractivo y repulsivo a la vez. El ritmo en la tercera parte vuelve a ser imbatible como el fluir de la conciencia de Baraja. La ficción es una advertencia especular de lo que sucede en la realidad, de lo que todos, hombres y mujeres, deberíamos saber que existe para estar alertas: la inseguridad, el egocentrismo y el resentimiento conjugados en la cabeza del psicópata que busca ejercer a toda costa su poder.
Yo puedo distinguir a las mujeres hechas para ser dañadas por tipos como yo, y ella era una. Suelen ser los ejemplares más subversivos del género, los destinados a jaquear su supervivencia, que reniegan del rol de pasividad y de todas las demostraciones de poderío por más sutiles que sean, que ostentan integridad y fortaleza y libertad y se divierten con la incitación constante a ser retadas a duelo, pero responden como imantadas a un patrón de abuso y, aun cuando advierten las señales de peligro, insisten en distorsionarse ellas mismas con la propia realidad(35).
 

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