Asunto Impreso

La pérdida de la inocencia y otras pérdidas

Por Pablo Natale

Un padre separado vuelve al pueblo para recuperar a su novia adolescente, y al mismo tiempo, un muchacho se propone romper el récord Guinness de horas radiales al aire: más de seis días de transmisión continua mientras el cuerpo se derrumba y el lenguaje entra en estado catatónico. El cuento de un niño cuya familia lleva un arma a la casa “por la inseguridad” y que ve cómo la dejan encima de la cama, y la agarra y juega con ella durante las siestas solitarias, delante del espejo. El cuento de un escritor semiconsagrado que visita un pueblo y a quien un par de hermanos agarran a trompadas.

Uno de esos tres es el mejor cuento de La luz mala dentro de mí, un cuento que quita el aire, memorable; el otro es un cuento efectivo, con un trabajo cuidado sobre el suspenso. El otro es un cuento menor. En todos pueden encontrarse dos elementos recurrentes: una narración fluida en primera persona (que no confunde literatura con “literatura del yo”) y un familiar conflictivo (preferentemente el hermano o el padre) que es el motor y el sostén del relato.

La luz mala dentro de mí, libro ganador del Fondo Nacional de las Artes 2014, comienza con un epígrafe de Luciano Lamberti y cierra con la contratapa a cargo de Félix Bruzzone. La elección es acertada: de hecho, el libro podría leerse como una reescritura de El asesino de chanchos, a la vez que como una exploración por diferentes géneros narrativos, una de las características primordiales de 76, la ópera prima de Bruzzone.

Así, tenemos un cuento fantástico con lobisones (quirogeano), un relato de iniciación, un cuento que une dos puntos aparentemente lejanos (aireano), un cuento de suspenso con familiares montoneros, un relato boxístico (¿sorianense?), un relato donde la vida y la obra se funden.

Esta versatilidad de género es ambientada en diferentes puntos del norte del país: Miraflores, Resistencia, Corrientes, etcétera. Ese es otro acierto del libro: la exploración de una zona geográfica, la inserción de los personajes en ciertos espacios (el club donde tienen lugar las peleas boxísticas, un páramo desolado) sin recurrir al folklore (mi tierra, qué linda) ni a la intelectualización desmadrada.

Y finalmente: ¿cuál es la luz mala dentro de mí? Varios de los narradores son niños, por lo que podría decirse que la pérdida de la inocencia lo es. En varios de los cuentos, los protagonistas parecen avasallados por los hechos: parecería ser que esa también es la luz mala. En otros, el conflicto está vinculado a la literatura, como si esa también fuese una luz mala.

A medida que leemos, la pregunta (el mapa) nos contagia y se expande, como el grandioso programa de radio que, en la mitad del libro, crece y destruye: un pequeño big bang.

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