David Voloj publicó un nuevo libro de cuentos en el que problematiza distintos tipos de relaciones afectivas y cómo éstas desencadenan situaciones que van de lo trágico a lo inverosímil. “Aquellos días de tanto frío”, editado por el sello Factotum contiene ocho cuentos y un bonus extra para sumergir al lector en historias que rompen con lo cotidiano para crear un ambiente enrarecido y a la vez fascinante. Imperdible obra de Voloj que desde una voz en primera persona nos vuelve espectadores privilegiados de aquello que no parece obedecer al mundo de la lógica pero que igual sucede a pesar de todo.
En “Aquellos días de tanto frío” hay un armado que permite trazar un hilo que de algún modo une a cada cuento y los vuelve parte coherente de una misma obra. Teniendo en cuenta que hay algunos de estos cuentos que están escritos en diferentes años, ¿cómo hiciste la selección y/o edición?
La verdad es que demoro bastante en llegar a la versión final de un cuento. Esa dilatación de la forma, que me obliga a revisar lo escrito una y otra vez, me impide sostener una línea homogénea, al menos de manera consciente. Lo que sí mantengo son ciertas preocupaciones, ciertas búsquedas que giran en torno a lo difícil que es querer a alguien. Pienso en querer bien, en correrse del lugar de la retribución amorosa, del intercambio afectivo en clave mercantil. ¿Hay que esperar algo a cambio de un gesto de amor? En cierta forma, el libro problematiza esta idea en el marco de relaciones filiales, de pareja, de familia. Ahora bien, al momento de la edición me pareció que las historias narradas en primera persona podían mostrar mejor las motivaciones de los personajes al tomar las decisiones que toman. Sin entender demasiado sus acciones ni mucho menos las consecuencias de lo que hacen, los protagonistas del libro se guían por sentimientos claros, que los atraviesan y definen. Y oscilan entre lo trágico y lo ridículo, aunque no perciban ni lo uno ni lo otro. En ese sentido, son cuentos realistas.
“Los protagonistas del libro se guían por sentimientos claros, que los atraviesan y definen; y oscilan entre lo trágico y lo ridículo, aunque no perciban ni lo uno ni lo otro”.
¿Cómo ves el recibimiento del libro por parte de los lectores? ¿Te llegan comentarios?
Me gusta cómo se está leyendo. Más allá de la crítica literaria, en las redes sociales se genera una interacción curiosa porque te enterás, en un tiempo muy breve, de las reacciones de lectores insospechados. Alguien consigue el libro porque un amigo hizo un post y otro te manda un mensaje que te hace percibir toda esa movida que se armó en torno al libro. Y algunas lecturas, además, son muy precisas. No deja de sorprenderme, por ejemplo, que alguien se tome el trabajo de leer dos veces el mismo cuento y me cuente su primera y su segunda impresión.
En tus cuentos se puede percibir un cruce entre lo que podría ser una escritura de lo cotidiano y algunos recursos que bordean sutilmente lo inverosímil, pero que a fin de cuentas se mueve dentro de lo posible o al menos factible. ¿Hay algún punto en el que te planteás no cruzar cierta línea que te lleve al género fantástico, por ejemplo?
Yo creo que hay hechos fantásticos en varios cuentos, pero los personajes no lo notan. Y como la historia está contada desde su perspectiva, al lector también le pasan desapercibidos. Que un perro se oriente desde las sierras hasta la casa de su dueño, en la ciudad, es prácticamente imposible. Pero al personaje está concentrado en otros mambos, así que no lo registra como algo ilógico. Me gusta que haya cierta necesidad de encontrarle sentido a lo que ocurre, que los personajes tracen una red de relaciones causales que justifique su existencia, porque es un poco lo que hacemos todos. Buscarle el sentido a la vida, a lo que hacemos. En ocasiones trato de llevar el recurso al límite porque ahí, en los bordes de lo posible, me empiezo a reír. Y aspiro a que alguien se ría con alguna de las historias, en particular con aquellas con las que, en términos de corrección política, no debería reírse.
“Me gusta que haya cierta necesidad de encontrarle sentido a lo que ocurre, que los personajes tracen una red de relaciones causales que justifique su existencia, porque es un poco lo que hacemos todos”.
Al final del libro hay un cuento bonus ¿Por qué decidieron incorporar ese cuento de esa manera?
En los noventa, algunos CDs traían un tema oculto, que no estaba en la lista oficial de canciones y que se presentaba como un regalo inesperado. Pienso en la canción a capella de Alanis Morisette en Jagged Little Pill, por ejemplo, que suena como dos minutos después de la última canción. Nos colgamos con el disco, que terminó y quedó ahí, en el reproductor, y de pronto sale esa voz hermosa a decir algo más. O los gritos y sonidos de “Endless, Nameless” del Nevermind. La idea era esa, poner un pequeño extra, diferente a lo anterior; en el caso del libro, un cuento de terror en tercera persona.
¿Cuáles son tus siguientes pasos?
En lo inmediato, ir a votar y hacer fuerza para que pierda Milei. En lo literario, me cuesta manejarlo a voluntad. Escribo lo que me sale, casi siempre cuentos, sin que la escritura se ajuste a un plan. Tengo un montón de cuentos infantiles porque en una época solo podía escribir para (y con) las infancias. Otros están en fase de borrador. También me gustaría darle forma de libro a una serie de charlas que mantengo con mis estudiantes y que publico en redes hace casi diez años. Veremos qué sale, qué no.