Le preguntamos a Alejandra cómo fue volver a encontrarse con las historias de Vete de mí.
"Cuando uno escribe, va armando universos, casas. El imperfecto laberinto del amor es como una casa de veraneo. Uno vive en su casa, que es la vida de todos los días, pero el que escribe o la que escribe inventa otras cosas. Por ejemplo, si escribís un cuento, armás un universo donde están los personajes. Lo ves, lo palpás, lo olés. Lo mismo sucede con las novelas. Es como si uno adquiriera una propiedad. Entonces, ahí están los personajes, ahí está ese mundo, esos aires, esos olores, los muebles, las cosas que pertenecen a esa historia. Entonces, es fácil. Es como volver a una casa a la que entrás y está todo así como lo dejaste."
Y sobre qué significa para ella la escritura, nos dijo: "Cuando me siento a escribir, me meto en cualquiera de los mundos que quiero contar y me olvido de todo el resto. Estoy ahí como en una burbuja, donde nada importa y todo lo que sucede alrededor pasa a un plano que no importa. La escritura es un lugar de experimentación y de pureza. Escribir es una de las mejores cosas que hay. Por eso, refugio, maravilla, laboratorio. La escritura es lo más."