El misterio del universo íntimo de los animales está en el corazón del canon de la literatura argentina. Es un tipo de curiosidad ardiente que nunca se apaga. Horacio Quiroga (Cuentos de la selva), Antonio Di Benedetto (Mundo animal) y Julio Cortázar (Bestiario), por nombrar solo unos pocos, se metieron en ese territorio para tratar de comprender el modo en el cual se borran las barreras y los límites entre lo estrictamente humano y el avance de lo animal, para desentrañar qué vínculos (tóxicos o luminosos) se gestan entre las personas y sus mascotas. En este sentido la aparición de un libro de cuentos como Animales, de Santiago Craig, por un lado viene a dar cuenta de una tradición y, por el otro, del modo en el cual la temática puede ser abordada en el siglo XXI. Estos 18 cuentos cortos y sumamente atractivos exhiben una certeza: el texto de corto aliento es la mejor manera de meterse con la fauna en un contexto literario. ¿Por qué? Por su capacidad de mostrar la diversidad de ese mundo, su extensión inasible, que en la secuencia de lectura permite que se geste la ilusión de una verdadera aventura. De este modo, ver la manera en la que influyen y determinan ciertas existencias los osos, las liebres, los escarabajos, los peces, los cisnes, las moscas, las jirafas, los elefantes y algunos más, ilumina interacciones específicas e incomparables en el planeta Tierra. Craig es una de las voces literarias más sólidas de la actualidad y lo confirma con este libro inesperado luego de una novela familiar como Castillos (Entropía). Con una prosa que se mueve entre lo poético y lo desconcertante, Animales busca la emoción con herramientas impredecibles.