Asunto Impreso

Remar con un muerto en el bote

Por Miriam Molero/ ¿Cuántas veces puede algo romperse hasta que se rompe definitivamente? Si partimos del lugar en el que nos coloca esa pregunta, “Farmacia”, de Marcelo Guerrieri, es la historia del último golpe. La locación, como su título lo indica, una farmacia. El inicio de la acción, noche, farmacia de turno. La protagonista, la empleada farmacéutica que está sola, de guardia, y no sospecha que la vida tal como la conoce desaparecerá en las siguientes veinticuatro horas. El lector debe subirse a un tren en marcha, en marcha lenta, de madrugada, pero en marcha al fin, un tren imparable a partir de ese momento.

¿Quiénes están a bordo del tren aparte de la farmacéutica?

Hay un canal de Youtube que se llama “Te lo resumo así nomás” cuya gracia es sintetizarte una película, una serie, un programa de televisión, apelando al esqueleto, a los tipos, a las acciones de manual. Es muy divertido y también es efectivo, porque en verdad te lo resume. Y no tan “así nomás”.

(Ahora que lo pienso, lo que es la vida, conocí “Te lo resumo así nomás” a través de alguien que ya no está, que no puede seguir estando porque no estuvo cuando tenía que estar y podría haber estado pero eligió no estar. Y de esto de alguna manera se trata también “Farmacia”. De personas que están, que no están, que deciden no estar, que deciden estar, que deciden estar de una manera o de otra frente a una determinada circunstancia y ahí, ni antes ni después, ahí, se juegan los vínculos. La emergencia es un duro examen. En circunstancias normales se puede mentir, se puede faltar, se puede fallar, sin que esos extravíos lo conviertan a uno en mala persona. Uno puede actuar mal sin dejar de ser un buen ser humano, imperfecto, como todo ser humano. Ante una emergencia ese margen desaparece junto con cualquier excusa material, mental o emocional. El abandono, ese abandono común y corriente del que nadie se muere, en estado de emergencia se transforma en abandono de persona. En limpio: ante la emergencia uno se ratifica como leal y solidario o se recibe de sorete.  O sea, un vínculo se afianza, o un vínculo se rompe y queda el cadáver. El cadáver se desecha antes de que se pudra porque, como me dijo hace poco Marcelo Pisarro, el antropólogo, no se puede “remar con un muerto en el bote”. Bien. ¿Me siguen? “Farmacia” son 24 horas de emergencia, 24 horas de examen, de puesta a punto, de desenmascaramientos, de negro sobre blanco, de sobrevivientes, heridos y muertos, de cadáveres que empiezan a oler mal).

Al estilo entonces de “Te lo resumo así nomás”, en “Farmacia” están:

-La protagonista, que es la única farmacéutica con firma y sello.

-El amante de la protagonista que es casado.

-El otro amante de la protagonista que es soltero.

-El empleado combativo.

-El empleado pro milicos.

-El fan de Sandro.

-El dueño de la farmacia

-La chica tonta, que es secretaria.

-La madre servil de la chica tonta.

-La lesbiana.

-La otra lesbiana que no sabe que es lesbiana.

-El pibe villero que viene herido de madrugada a comprar y no le quieren vender.

-El abogado carancho del pibe.

-La vieja que tiene mal la receta.

-Los clientes de la farmacia que se impacientan.

-El visitador del laboratorio confianzudo que se las sabe todas.

-El pibe de las computadoras.

-Los piqueteros.

-El frente de vidrio que se rompe.

Algunos de estos personajes son planos, unidimensionales, inmutables, impermeables a cualquier tipo de evolución o modificación, perfectos para el “Te lo resumo así nomás” (el dueño de la farmacia, la secretaria, el visitador) e ideales como pequeños engranajes que colaboran a movilizar la acción, o incluso generan corrientes paralelas o contracorrientes que le meten presión a la acción principal. Otros personajes, justamente los de la principal y otros aledaños, son multidimensionales: dudan, mezquinan, aman, desprecian, especulan, se animan, se la juegan, esconden, se contradicen, tienen miedo, tienen coraje, ni se la llevan gratis ni están condenados al fracaso (o al éxito), sus elecciones implican consecuencias.

Es de madrugada. Marisa está de guardia en la farmacia y comete un error: se niega a venderle agua oxigenada a un pibe que llega herido. Piensa que lo mejor es que el pibe vaya a un hospital, que no se malcure solo. PIensa que si es chorro, qué se le va a hacer, que se atenga porque de cualquier forma debe ir al hospital. Lo que no piensa Marisa es que en horas más el pibe va a presentarse en la farmacia con un abogado para acusarla de discriminación y poner en riesgo su matrícula de farmacéutica. Lo que tampoco piensa ni sabe Marisa es que este no será el único camino que se le estreche, que la farmacia poco a poco comenzará a funcionar como un campo minado, como un espacio al que todos llegan pero del que es imposible salir, un refugio, una trampa, un foso, un lugar bajo techo en el que se está desamparado.

Es de madrugada. El tren de “Farmacia” está en marcha, va lento, apenas unos minutos, los suficientes para que atrapes el pasamanos y te subas.

Marisa está sola.

“Farmacia”, de Marcelo Guerrieri, Factotum Ediciones, 2016.

 

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